Un legado de 81 años: La Estación Astrofísica de Bosque Alegre y su incansable búsqueda en el cielo austral


El 5 de julio se celebra un nuevo aniversario de la inauguración del emblemático enclave astronómico que el OAC erigió en las sierras de Córdoba para impulsar las investigaciones en el campo de la astrofísica. Más de ocho décadas después, la EABA sigue desempeñando un rol protagónico en la producción de conocimiento científico de punta.

Fundada en 1942, la Estación Astrofísica de Bosque Alegre (EABA) fue la instalación astronómica con el telescopio reflector más potente del hemisferio sur durante varias décadas. La clave radica en su espejo de 1,54 metros, capaz de capturar la luz sumamente tenue de objetos como las galaxias distantes.

La idea de construir EABA se debe a Charles Perrine, quien dirigió el OAC –en aquel entonces denominado Observatorio Nacional Argentino– entre 1909 y 1936. Con su llegada a Córdoba, los objetivos científicos de la institución se enfocaron en la astrofísica, el campo dedicado a la formación, composición y evolución de los cuerpos celestes.

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Pero llevar adelante esa clase de estudios –que implicaban capturar fotografías detalladas y realizar estudios espectroscópicos– era indispensable contar con potentes instrumentos de observación. En esa línea se inscribe el proyecto de la EABA.

La elección del lugar donde estaría emplazado el telescopio, demandó que Perrine y su equipo estudiaran distintos sitios de la geografía provincial: Mendiolaza, Casa Bamba, Río Ceballos y Pampa de San Luis, entre otros. En ellos, habían evaluado la transparencia del cielo y la estabilidad atmosférica.

Finalmente, el predio elegido fue el cerro San Ignacio, que formaba parte de la estancia “Bosque Alegre”. Su propietario había donado 14 hectáreas para el proyecto.

“La conveniencia de la donación, la accesibilidad al lugar y las excelentes condiciones atmosféricas”, según recuerdan Santiago Paolantonio y Edgardo Minitti, en su libro “Córdoba Estelar”, fueron decisivas al momento de elegir el lugar.

Las tareas preparatorias –la apertura de caminos, el aplanamiento de la cima del cerro, entre otros– iniciaron en 1916. La piedra fundacional del albergue fue colocada en 1919 y luego la sequía junto a otros escollos impidieron avanzar con la construcción del edificio hasta 1929.

En 1930, ya finalizadas las obras de albañilería, se llevó a cabo el armado de la cúpula, cuyo peso ascendía a las 80 toneladas. Para el tallado y pulido del espejo de 1.54 metros, que funcionaría como el corazón del telescopio reflector, se creó Laboratorio de Óptica en el Observatorio y se construyeron las máquinas necesarias.

Por diversas razones, la tarea no logró ser realizada y fue encargada a una empresa norteamericana, que también tuvo dificultades para concretarla. Fue el astrofísico Enrique Gaviola quien tomó a su cargo la misión y logró terminar el espejo a fines de 1939. Para entonces, hacía tres años que Perrine se había jubilado.

El espejo recibió su primera luz recién el 1 de diciembre de 1941, La inauguración de la EABA ocurrió el 5 de julio de 1942. Uno de los trabajos de mayor envergadura que se realizaron con este instrumento fue el “Atlas de Galaxias Australes” (1968), llevado adelante por José Luis Sérsic.

Entre los avances científicos logrados con esas instalaciones, también se cuentan el hallazgo de estrellas enanas blancas, de la nebulosa que rodea la estrella Eta Carinae y, más recientemente, la participación en el descubrimiento de Chariklo, el primer asteroide con anillos.