Los desafíos de la búsqueda de vida más allá del planeta Tierra
Qué es la vida y cómo hallarla en otros lugares del universo. Sobre esos ejes transcurrió la quinta conferencia científica organizada por el Observatorio Astronómico de Córdoba y llevada a cabo el pasado 28 de junio, con un auditorio completo.
En la charla, la astrónoma Carolina Chavero y el biólogo Ricardo Sahade se encargaron de hilvanar los retazos de información que sus campos disciplinares han venido entretejiendo durante décadas para descifrar cómo lograr detectar vida más allá de la Tierra.
La científica recordó que el primer exoplaneta fue descubierto en 1995 y desde entonces se han identificado más de cinco mil en la Vía Láctea.
¿Qué características deberían tener para ser habitables? En primer lugar, no estar ni muy cerca ni muy alejados de su estrella, para evitar temperaturas extremas. Deberían poseer una atmósfera adecuada, agua líquida y un campo magnético, además de recibir el volumen justo de energía desde su astro, lo que requiere un orbita estable.
Hasta donde se sabe, existen 63 exoplanetas –de todos los descubiertos– que cumplirían buena parte de esas condiciones. Se trata, de todos modos, de una primera aproximación que requiere estudios con mayor profundidad.
Y la clave para llevar adelante esas indagaciones se encuentra en sus atmósferas. Allí es donde se buscan “biomarcadores”: trazas de oxígeno, ozono, dióxido de carbono y metano. Si bien su sola presencia no asegura la existencia de vida –dado que pueden tener un origen abiótico–, representan un punto de partida. Y de ser encontrados en conjunto sería un indicio de la existencia de procesos que llevan a su reposición.
Por lo pronto, Chavero explicó que el flamante telescopio James Webb podrá realizar aportes significativos en el campo del estudio de la composición de esas atmósferas. Recordó que moléculas orgánicas han sido encontradas en meteoritos, discos protoplanetarios y regiones de formación solar.
“Nuestro desafío es descifrar qué se necesita para pasar de moléculas orgánicas a la vida”, cerró la investigadora.
A su tiempo, Sahade se detuvo en las dificultades que emergen apenas se intenta definir qué es la vida. Un esbozo de sus características incluiría –según precisó– moléculas complejas, un código genético que permita el pasaje de información, la capacidad de replicarse y de interactuar con el medio para obtener energía.
Recordó que un panel de expertos convocados por la American Association for the Advancement of Science, la entidad que edita la revista Science, definió la vida como “un sistema químico autosostenido, capaz de sufrir una evolución darwiniana”.
Sobre el último tramo de esa definición –la “evolución darwiniana”–, Sahade explicó que alude a la capacidad de la vida de transmitir información, pero que pueda ser alterada o modificada para que genere formas nuevas, no copias exactamente iguales a la que les dio el origen.
Lo cierto es que aun no existe una definición cerrada. Se trata de un campo todavía en discusión y toda propuesta siempre tendrá contraargumentos. “Y si no sabemos bien qué es la vida, ¿qué vamos a buscar entonces? Aun si encontráramos algo, cómo sabremos si es algo vivo”, se preguntó Sahade.
En otro tramo, el científico mencionó que existen muchos experimentos que buscan comprender cómo se generó la vida en la Tierra. Por lo pronto, reconoció que la única manera disponible actualmente para la búsqueda de vida es la teledetección y la búsqueda de trazas: el oxígeno y el metano –basados en el propio desarrollo de la vida en la Tierra– serían indicios importantes.
En su mirada, hallas moléculas complejas como ADN o ARN sería una prueba fehaciente de la existencia de vida.