¿Un indicio de vida más allá de la Tierra? El telescopio James Webb detecta posibles compuestos biológicos en un exoplaneta
Illustration: NASA, CSA, ESA, J. Olmsted (STScI), Science: N. Madhusudhan (Cambridge University)
Por primera vez, el telescopio espacial James Webb (JWST) habría detectado señales de compuestos químicos que, en la Tierra, pueden producirse por actividad biológica. El hallazgo se dio en la atmósfera de K2-18 b, un planeta ubicado a 120 años luz de distancia, en la constelación de Leo. Aunque los resultados son prometedores, la comunidad científica insiste en que se trata de un indicio aún no confirmado, y que debe interpretarse con cautela.
El planeta K2-18 b ya había sido noticia en 2023, cuando observaciones previas del mismo telescopio permitieron identificar en su atmósfera la presencia de metano (CH₄) y dióxido de carbono (CO₂), dos compuestos clave para pensar en condiciones compatibles con la vida. Ahora, un nuevo estudio publicado en The Astrophysical Journal Letters informa sobre la posible detección de dimetil sulfuro (DMS) y disulfuro de dimetilo (DMDS), moléculas consideradas potenciales biofirmas, es decir, posibles indicadores de vida.
Estas nuevas observaciones fueron realizadas por el instrumento MIRI (Mid-Infrared Instrument) del telescopio James Webb, que opera en el rango del infrarrojo medio. Los datos muestran señales espectrales que no se explican con otros compuestos conocidos, y que coincidirían con las huellas del DMS y DMDS en concentraciones de al menos 10 partes por millón.
Sin embargo, la evidencia aún no es concluyente. Según el equipo a cargo del estudio, la detección de estos compuestos tiene una significancia estadística de 3 sigma, lo que implica que podría deberse al azar en aproximadamente 1 de cada 370 casos. En ciencia, este umbral se considera una señal interesante, pero no definitiva.
“Este es un gran descubrimiento, porque refuerza la observación anterior de metano y dióxido de carbono, y agrega una posible biofirma como el DMS”, explicó Mercedes Gómez, directora del Observatorio Astronómico de Córdoba. “Sin embargo, como estamos hablando del análisis de la radiación que provienen de un planeta que se encuentra a miles de billones de kilómetros de distancia, es fundamental comprender el alcance del hallazgo. Se trata de una posibilidad, pero aún no podemos hablar de una confirmación. Aunque el avance tecnológico nos permite entender cada vez mejor el universo, y buscamos constantemente señales de vida fuera de la Tierra, debemos recordar que todavía no es seguro”.
K2-18 b es un exoplaneta de tipo subneptuniano, con una masa unas 8,6 veces mayor que la de la Tierra y un radio 2,6 veces más grande. Orbita en la zona habitable de una estrella enana roja. Por su tamaño y composición, los científicos creen que podría tener un océano global y una atmósfera rica en hidrógeno, lo que lo convierte en un candidato interesante para la búsqueda de vida.
Luciano García, investigador del Observatorio Astronómico de Córdoba, explicó: “K2-18 b no es un planeta rocoso como la Tierra, pero podría tener condiciones aptas para la vida en su superficie, si existe una capa de agua bajo su atmósfera de hidrógeno. La detección de DMS o DMDS, de confirmarse, sería muy relevante porque en la Tierra estas moléculas se producen principalmente por actividad biológica, especialmente en ambientes marinos. Pero también hay que considerar que en otros planetas podrían existir mecanismos abióticos capaces de generarlas”.
El estudio destaca la importancia de continuar las observaciones y de mejorar los modelos de interpretación de datos espectrales. Uno de los desafíos principales es la superposición entre las señales de diferentes moléculas, lo que puede generar ambigüedades. En este caso, las firmas de DMS y DMDS son muy similares, y no es posible determinar aún cuál de las dos está presente, o si podrían estar ambas.
Por el momento, los resultados abren una nueva línea de investigación. El equipo científico recomienda realizar nuevas observaciones con mayor precisión y continuar desarrollando modelos que permitan descartar fuentes no biológicas para estas moléculas. Como siempre en ciencia, cada avance genera nuevas preguntas
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¿Qué es una biofirma?
Una biofirma es cualquier sustancia —como una molécula, un patrón químico o incluso un rasgo físico— que podría ser indicio de vida. Para que una molécula sea considerada una biofirma potencial, debe cumplir con ciertos criterios:
Tener una fuente biológica conocida en la Tierra.
Ser difícil de producir por procesos no biológicos (abióticos).
Poder detectarse a través de observaciones remotas.
En este caso, el dimetil sulfuro (DMS) y el disulfuro de dimetilo (DMDS) son compuestos generados por organismos marinos en la Tierra. Su presencia en otro planeta no garantiza que haya vida, pero sí motiva a seguir investigando.
¿Cómo detecta moléculas el telescopio James Webb?
El JWST no “ve” directamente planetas lejanos, sino que analiza la luz de sus estrellas cuando un planeta pasa por delante. Este fenómeno se llama tránsito.
Cuando eso ocurre, parte de la luz estelar atraviesa la atmósfera del planeta. Cada molécula en esa atmósfera absorbe ciertas longitudes de onda de luz, dejando una especie de “huella dactilar” química. Este método se conoce como espectroscopía de transmisión.
Gracias a sus instrumentos altamente sensibles, como MIRI (que opera en el infrarrojo medio), el JWST puede identificar esas huellas y sugerir qué moléculas están presentes, incluso a cientos de billones de kilómetros de distancia.